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El Refugio de Potosí custodia el único esqueleto de cachalote en exhibición en México. Con casi 18 metros, es uno de los más grandes exhibidos en el mundo.
Generando una gran consternación entre los residentes, el mar depositó un cachalote en estado de descomposición en las rocas frente a Cerro de Huamilule en agosto de 2009. Afortunadamente, PROFEPA nos otorgó permiso para recoger lo que quisiéramos. (En México se protegen todas las ballenas vivas o muertas.) Sin ser intimidados por tal tarea, recogimos huesos de ballena por un periodo de 6 semanas, a veces amarrándonos a árboles y a postes (ya que sí, las olas nos golpearon). Usamos lo usual: motosierras, machetes, cuerdas y fuerza bruta para liberar los huesos del cadáver. A menudo el impacto de las olas nos ayudó por empujar los huesos encima de las rocas. Cargamos los huesos sobre las piedras, atravesamos el lodo (era temporada de lluvias) y los llevamos a El Refugio. (No, no olieron bien. Sí, fueron muy pesados. Sí, casi siempre hizo mucho calor.) Aplausos para nosotros, recogimos 98% del esqueleto. Durante los días cuando no era posible recoger huesos, nos mantuvimos ocupados quitando la piel y los restos de los huesos (¡otra tarea encantadora!). Muchísimas gracias a la gente aguantadora que participaron en esta recolección: mi equipo y sus familias y todos los demás: Luis, Javier, Miguel, Jorge, Marta, Marbe, José Luis y muchos más. Finalmente, pusimos los huesos bajo el sol para drenar su aceite. Con tiempo, el sol hizo su trabajo, de hecho, demasiado bien. Echamos gritos de AUXILIO al Sr. Lee Post, "El Huesero", quien arribó desde Alaska para guiarnos. ¿Sabías que hay un libro con instrucciones sobre cómo ensamblar un cachalote? "El Manual para La Ingeniería de Cachalotes." ¡Gracias, Lee! La fuerza poderosa del mar dejó machacados y dañados algunos de los huesos. Reparamos los huesos dañados y fabricamos los pocos huesos faltantes usando nuestro propia material de tablas de surf en bruto (tallados y lijados en las formas y tamaños correctos) con una capa de resina de poliéster. Y luego hubo ayuda. Reconocimientos, aplausos y saludos a los muchos quienes generosamente se hicieron Padrinos de Los Huesos. Nuestro propio programa de adoptar huesos individuales para ayudar a recaudar fondos para los gastos de restaurar, ensamblar y poner en exhibición el esqueleto enorme. Esta tarea no se pudo haber completado sin la generosidad de los padrinos de los huesos. Estamos trabajando en un proyecto para reconocer permanentemente a todos ustedes. Mover los huesos de un lugar a otro llegó a ser un ritual repetitivo hasta por fin nos pusimos de acuerdo sobre el lugar perfecto.
PROCESO DE RECUPERACIÓN Y ENSAMBLAJE DE LOS HUESOS DEL CACHALOTE
Ya con el cráneo y las mandíbulas por fin erigidos encima de tubos de acero, el Sr. Bob Smith, un arquitecto naval extraordinario de Hood River en Oregón, llegó para guiarnos a través de los procesos para atravesar un gran tubo por las vértebras gigantes, y luego montar el resto del esqueleto (no fue tarea menor). ¿Quién supiera que fueras tan inventivo y persistente, Bob? (Cuando Bob sugirió que dobláramos el tubo de 2" de diámetro para dar una forma interesante a la columna vertebral [seguramente estaba bromeando], el equipo se puso a la altura del reto por meter el tubo en la horcadura de un enorme árbol de mango y lo doblaron un poco empujándolo. Muchos hombres, mucho esfuerzo, con daño menor al árbol, y ¡voilá! Un tubo enorme con una ligera curva espinal.) La protección contra el sol y la lluvia tropical llegó a ser el próximo imperativo. ¿Quién quiere trabajar en un esqueleto de ballena bajo el sol tropical? Con soluciones creativas por parte del arquitecto zihuatanejense Jorge Espinosa, un techo fue agregado. ¡Días felices para la ballena, los visitantes y los trabajadores! ¡Qué diferencia hace tener un techo! Jorge, nos inclinamos frente a ti con reverencia. ¡Buenísimas ideas! Y para el capítulo final en el maratón del ensamblaje del esqueleto, el Sr. Lee Post volvió de nuevo desde Alaska. El Sr. David Evans vino desde Alberta. Voluntarios de Playa Blanca nos acompañaron: Daniel, las Barbaras 2 y 3, Donna, Jim y Carolyn. Matt de Michigan. Brynden y Emily de Hood River. Isain y Dani de la Ciudad de México. Un esfuerzo de la comunidad de aprender y dar. Con las instrucciones de Lee y los músculos de David y la resolución de problemas por parte de todos, fue escrito el capítulo final de nuestra historia de la ballena. Y entonces ahora ahí se queda, posado majestuosamente, cola arriba en una sumersión suave, para dar la bienvenida a los estudiantes, los mórbidamente curiosos, los visitantes sorprendidos y todos quienes pasan por nuestras puertas. Todos quienes han visitado nuestra ballena les dan las gracias por todos sus esfuerzos y generosidad en hacer de ésta una historia de verdad con un final fuerte. Y claro que sí lo nombramos Huamilule, por el promontorio que de alguna manera lo atrajo a Barra de Potosí. Una nota final, para nuestro propio Javier Campos, quien, en sus palabras, llegó a ser un hombre durante la recolección de los huesos de la ballena. Un joven quien no vivió suficiente tiempo y no pudo ver las recompensas de sus esfuerzos. Lo extrañamos todos los días. |